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Los gauchos judíos

El segundo procedimiento usado por Gerchunoff para legitimarse culturalmente era aludir a los insignes filósofos hispanohebreos como Maimónides, o poetas como Yehuda Halevy y Sem Tov de Carrión, venerados por católicos españoles al igual que por judíos sefarditas. Quizás el relato "El viejo colono" ejemplifique este procedimiento narrativo como ningún otro texto del libro.

La nueva identidad judeo-gaucha inventada por Gerchunoff, de connotaciones criollistas, no ocultaba sus orígenes, aunque el paisaje pastoral de la tierra de promisión borraba todos los contornos del galut$$ europeo en su orgullo cívico de ser ciudadano argentino:

En Rajil fue donde mi espíritu se llenó de leyendas comarcanas... En aquella naturaleza incomparable, bajo aquel cielo único, en el vasto sosiego de la campiña surcada de ríos, mi existencia se ungió de fervor, que borró mis orígenes y me hizo argentino.

Si es cierta la afirmación de Jorge Luis Borges que Los gauchos judíos es menos un testimonio histórico sobre las colonias de la JCA que un testimonio de la nostalgia y amor por Entre Ríos, no menos cierta es la afirmación del escritor Bernardo Verbitzky que con ese libro los judíos argentinos obtuvieron "la verdadera carta de ciudadanía". Porque ningún otro libro de los numerosos que escribió Gerchunoff logró legitimizar, como éste, la nueva identidad colectiva de la comunidad judía más grande de América Latina. No lo lograron sus inolvidables libros hispanófilos como el ya mencionado La jofaina..., ni los tres publicados en 1926: Pequeñas prosas, Historias y proezas de amor y El hombre que habló en la Sorbona. Tampoco lograron el éxito de su primera obra los libros que le siguieron: Enrique Heine, el poeta de nuestra intimidad (1927), Las imágenes del país (1931), ni tampoco El hombre importante (1934). Es que en el imaginario literario y social de los argentinos, Gerchunoff ha sido el autor de un solo libro: Los gauchos judíos.

Sin embargo, curiosamente el escritor y gran periodista de inolvidables biografías en el prestigioso diario La Nación (Buenos Aires) no buscó la reedición de su obra. Hubo razones históricas que pueden explicarlo. Si la reacción nacionalista y xenófoba durante los años 30 le quitaron a Gerchunoff el entusiasmo por las expresiones literarias del primer nacionalismo cultural argentino de los años 10 y 20, el nazismo europeo y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial le debilitaron su confianza en la literatura. Fueron los años en que ejerció el periodismo combativo y el ensayo comprometido con la causa de su pueblo. A diferencia de sus amigos liberales antifascistas, Gerchunoff combatirá al nazismo no sólo como liberal argentino comprometido con la causa de los Aliados, sino fundamentalmente desde su dignidad judía avasallada.

En esos años Gerchunoff dejará de escribir literatura. Luego de la segunda edición corregida en 1936 de Los gauchos judíos, la única reedición argentina en vida del autor, no sintió incluso entusiasmo para recibir homenajes vinculados a su emblemático libro sobre los colonos de Entre Ríos. Resulta muy sorprendente que, precisamente en junio de 1940, Gerchunoff rechazara cortésmente el homenaje para conmemorar treinta años de la primera edición del libro ofrecido por el director de La Nación, donde trabajaba como periodista. En plena expansión de la conquista nazi en Europa, Gerchunoff argüirá que "las circunstancias en que vivimos veda a los hombres no destituidos de sentimientos humanos y que comprenden la magnitud de los peligros que acechan a la civilización, los halagos personales o las satisfacciones nacidas de la complacencia cordial". Gerchunoff se disculpaba sinceramente de no poder aceptar el homenaje de sus amigos demócratas, "porque debemos ocuparnos de lo que interesa a la comunidad argentina, de lo que turba dolorosamente la conciencia del mundo". En realidad, más que turbado, Gerchunoff se sentía trastornado como judío argentino por el peligro hitlerista y, como tal, escribirá sólo ensayos periodísticos con un fervor militante por la causa de sus hermanos. Parte de esa prosa blindada de Gerchunoff fue recogida pacientemente por Manuel Kantor en libros póstumos. Sin embargo, aún permanecen inéditas páginas memorables que escribió como intelectual judío y sionista.

 

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