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Los gauchos judíos

No es casualidad que el medio elegido por Gerchunoff en Los gauchos judíos para conmemorar los festejos del Centenario patrio haya sido el ámbito rural de Entre Ríos. Pero más que el escenario natural de esa provincia agrícola-ganadera de la mesopotamia argentina, rodeada por los grandes ríos Paraná, Uruguay, Gualeguaychú, Villaguay como por numerosos arroyos, donde se asentaron los colonos traídos por el Barón Hirsch, el verdadero protagonista era el espíritu de la tierra que los escritores regionalistas argentinos de la época denominaban telurismo. Al igual que El país de los matreros, de Fray Mocho, Montaraz, de Martiniano Leguizamón, El país de la selva, de Ricardo Rojas o La australia argentina de Roberto Payró, Alberto Gerchunoff buscó exhumar el Volkgeist argentino en las capas más profundas de las chacras donde trabajaban los colonos de la JCA. La intención del autor era integrarse a la narrativa nacional para los festejos del Centenario y mostrar que un inmigrante judío también era capaz de aprehender el espíritu criollo. Ninguna otra corriente inmigratoria había logrado producir hacia 1910 un narrador como aquel joven judío naturalizado argentino, capaz de escribir un libro para celebrar las nupcias de la identidad de la estirpe hebrea con la intimidad del terruño patrio.

En su prólogo, el escritor regionalista entrerriano Martiniano Leguizamón saludaba a Gerchunoff como a "uno de los escritores de la tierra: tiene el don de desentrañar la oculta belleza de los asuntos más sencillos y familiares". Pero especialmente celebraba que los colonos judíos hubieran logrado trazar los primeros surcos en la selva hirsuta y huraña de Montiel, que rodeaba a sus moradores primitivos, y conseguido asimilarse al "espíritu criollo". Afirma Leguizamón que "en vano los viejos rabinos seguirán mesándose las largas barbas al repetir sus oraciones seculares de la raza; sus hijos ya entran con desgano en la sinagoga, abandonan los hábitos tradicionales adoptando los trajes y usos de la comarca y adquieren, como por lenta infiltración del medio ambiente, con los instintos de la libertad, esa independencia brava e inextinguible que timbra con rasgo acentuado el perfil moral de nuestro paisano".Pero además, los escritores católicos regionalistas y teluristas como Leguizamón y Rojas admiraban en Los gauchos judíos la composición de sus personajes a la manera de estampas de los Evangelios. Para el prologuista, los perfiles de las "garbosas muchachas hebreas, morenas de ojos rasgados, misteriosos y profundos, o las rubias que tienen en la dulce mirada el azul que tiembla en las pupilas de la Virgen", eran auténticas estampas de campesinas bíblicas. Es decir: imágenes respetables y venerables, sin rastros que delataran los rostros y cuerpos femeninos de las judías de Ucrania o Podolia. Raquel, Rebeca, Esther, Miriam y Rut cautivaban a los escritores criollistas católicos por su sencilla belleza "de flor agreste" y, especialmente, "porque se hacen perdonar la volubilidad con que olvidan el severo precepto que les veda amar a los que no son de su raza".

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