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Los gauchos judíos

No obstante, la obra literaria de Gerchunoff tuvo que aguardar hasta 1997 para ser publicada en hebreo en Israel. En contraste, Los gauchos judíos fue ampliamente leído desde principios de los años 50 gracias a sus traducciones al ídish y al inglés.

Al publicar Los gauchos judíos (La Plata, Argentina, 1910), Alberto Gerchunoff no sólo inauguró la literatura judeoargentina en el año en que se conmemoraba el centenario de la emancipación nacional del país al que había llegado como inmigrante en 1889, a la edad de cinco años, sino que simultáneamente daba inicio con su libro a la literatura moderna sobre la utopía en tierras sudamericanas. Desde la conquista ibérica, el Nuevo Mundo fue percibido por cronistas, soñadores y aventureros europeos como una tierra utópica, ese otro lugar donde era posible empezar una vida nueva. No fue casual que de la masiva emigración transatlántica entre 1824 y 1924, éxodo de más de cincuenta y dos millones de personas del Viejo Mundo, el 93 % se haya dirigido a las Américas: un 72 % a América del Norte y un 21 % a América Latina. En el imaginario de aquellos inmigrantes que cruzaban el océano hacia la América del Sur había un país que simbolizaba la tierra utópica: Argentina. No sorprende, pues, que de los once millones que llegaron a América Latina, más del 50 % haya deseado llegar a ese país con el fin de recomenzar sus vidas en un ámbito de libertad y rápido progreso.

Para muchos de ellos, las pampas argentinas eran ese otro lugar, la alteridad lejana del Viejo Mundo, pero identificada como la Tierra Prometida. Numerosos italianos, españoles, alemanes, franceses, sirio-libaneses y también judíos soñaban que la emigración a la Argentina les permitiría renacer en calidad de otros en una tierra de asilo y refugio para todos los perseguidos. Algunas utopías anarquistas han dado testimonio de aquella sed libertaria que animaba a los emigrantes en búsqueda de un espacio ideal en el Nuevo Mundo, tan alejado de Europa. La breve experiencia de la colonia Cecilia, fundada en 1892 en el estado de Paraná, Brasil, por un grupo de anarquistas italianos, fue paradigmática. Sin embargo, sólo en la Argentina pudo un grupo de inmigrantes que huían del oprobio crear y sostener, durante más de cincuenta años consecutivos, las bases agrícolas de una nueva Tierra Prometida, que logró incluso competir con Sión. Eran los judíos asquenazíes perseguidos en la Rusia zarista, que recibieron con beneplácito el proyecto del Barón Mauricio de Hirsch para convertirlos en colonos agricultores en las pampas argentinas. En 1891, ocho años antes de que la familia Gerchunoff emigrara desde Tulchin a América del Sur, Hirsch fundó la JCA, convencido de que sólo en la República Argentina se ofrecían todas las condiciones necesarias para implementar una inmigración y colonización masiva de judíos rusos. No obstante, la JCA no tuvo relación alguna con el primer contingente pionero que llegó en agosto de 1889, a bordo del vapor Wesser, con pasajes subsidiados por el gobierno argentino. Tras numerosas penurias fueron asentados en el norte de la provincia de Santa Fe y algunos de ellos fundaron allí la primera colonia judía agrícola, Moisés Ville.

 

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